viernes, 17 de abril de 2009

Van Gogh




Pese a su dedicación a los dibujos, muchos maestros de este arte le dijeron que nunca iba a ser un pintor profesional porque no sabía pintar. A pesar de estos informes, Van Gogh no se rindió y a los diecisiete años entró como aprendiz en Goupil & Co. -luego Boussod & Valadon-, importante compañía internacional de comercio de arte, ramo en el que su familia tenía, al parecer, alguna tradición. Además de las oficinas de La Haya, trabajó en la sucursal de Londres entre 1873 y 1875.
Tras ser destinado a París, en mayo de 1875, donde ya había estado tres meses, la inadaptación de Vincent al negocio debido a que interponía sus gustos sobre las ventas ocasionó su despido. Su amigo Albert Djemal, un escritor, lo trató de ayudar. A fines de marzo de 1876 regresa a Inglaterra, donde permanece dos años.
En Boussod & Valadon quedó, sin embargo, su hermano Théo, cuatro años menor que él, que trabajaría allí desde 1873 hasta su muerte y sin cuya abnegación nunca hubiera sido posible la corta e intensa carrera artística de su hermano mayor.
A su vuelta de Inglaterra se obsesionó con La Biblia y quiso hacerse teólogo y estudió para ello en la Universidad de Leiden. Para demostrar su profunda creencia en la religión cristiana pidió ser misionero en varias compañías, pero fue rechazado por no saber ni latín ni griego. Un dirigente se compadeció de él por su profundo fervor y lo mandó como misionero a las minas de Borinage, en Bélgica. Allí durante 22 meses dio todo lo que tenía a los mineros: ropa, dinero y comida, además de realizar sus primeras pinturas. Estuvo demasiado abstraído en la religión y muchos le llegaron a temer. Decía que estaba obligado a creer en Dios para poder soportar tantas desgracias.

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